GRAN MAESTRO DE LA GRAN LOGIA DE CHILE EN ‘PUNTO DE ENCUENTRO’: «SI HAY NUEVOS PARADIGMAS ¡QUÉ BUENO QUE LOS HAYA! EN TANTO APUNTEN A LA SOLUCIÓN DE LOS PROBLEMAS»

Es la cabeza de una de las instituciones más tradicionales y paradójicamente más desconocidas de Chile. Y en los turbulentos tiempos de aceleración social que corren en el país –y en el Mundo- la masonería no está ajena. De hecho, la Gran Logia de Chile se reconoce inserta en la sociedad y parte de ella. Por ello, el Gran Maestro de la Logia, Sebastián Jans Pérez, hace hincapié en que desde el debate interno de la masonería chilena han hecho una serie de aportes y propuestas a la discusión política y social del país. De hecho, ya concertaron una audiencia ante la Convención Constitucional para entregar sus visiones y propuestas concretas que lleven a retomar la fraternidad y el encuentro entre los chilenos.

En conversación con Orlando Arévalo y Rodrigo Alarcón en “Punto de Encuentro”, Sebastián Jans ahondó en las implicancias de la masonería, en el halo de misterio que, para muchos, la rodea y en el aporte sustancial que la Gran Logia de Chile y sus precursores han hecho a la historia de nuestro país.

¿Qué significa ser masón?

Masón es un hombre que dedica su tiempo libre a un trabajo de perfeccionamiento personal en torno a los grandes principios y postulados que sostiene la institución masónica. Grandes valores que tienen que ver con la libertad, la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, la caridad. Son valores que son de tremenda relevancia para nosotros y que tenemos que desarrollarlos, acrecentarlos y ponerlos a disposición de la sociedad del modo en que cada cual opta, pero sostenido en una doctrina masónica que es fuertemente fundada en la formación ética. Nuestro trabajo docente apunta, principalmente, a robustecer esos postulados, esos principios que, nosotros siempre esperamos que se expresen virtuosamente entre nuestra membresía.

¿Por qué cree Ud. que, a lo largo de la historia, se ha tejido toda una mitología en torno a la masonería?

En realidad, el nuestro es un trabajo íntimo de desarrollo personal y eso es lo que algunos pueden calificar de secreto. Nuestra institución no es ni hermética ni secreta. Ha estudiado el hermetismo y ha estudiado lo que significan las distintas variables del desarrollo, de crecimiento personal tomando tradiciones antiguas, como el caso de los herméticos, de los pitagóricos, la alquimia, también, es un material que siempre ha sido de interés. Pero no somos una organización secreta. Somos una organización que ha sido objeto de tipificaciones y de miradas conspirativas que son absurdas. Yo creo que esto tiene que ver son los grandes debates que se dieron en el siglo XIX, fundamentalmente, y, en el mundo principalmente latino. En el mundo inglés, escandinavo o de Alemania no tiene los alcances que tiene en estos países de raíz latina. Esto tiene que ver con las confrontaciones éticas, morales, que se dieron fundamentalmente en torno a la significación de la ciencia y del esclarecimiento, especialmente con la Iglesia Católica en el siglo XIX. Pero eso es cosa del pasado. Las organizaciones van cambiando en el tiempo y van entendiendo los problemas de manera distinta. Entonces, hay grupos que, desde luego, les gusta esto de jugar con lo secreto, les gusta criticar, descalificar, en fin. Pero la nuestra es una institución tolerante. Entonces, cualquier persona que tenga una mirada o una opción por la intolerancia desde luego que entra en contradicción. Pero para nosotros no es relevante entrar en contradicciones, sino que contribuir al esclarecimiento, a la búsqueda objetiva de los procesos en su raíz, a la verdad. Esos son los temas que nos interesan a nosotros. Jamás hemos buscado enemigos dentro de la sociedad. En ninguna época. Nosotros no buscamos en ningún sentido descalificar a los demás o tipificar a los demás. Lo que nos interesa es, primero, que lo que hacemos institucionalmente en nuestras logias sea bien hecho y en bien de la humanidad, a partir de los principios que le he señalado.

Usted mencionaba los conflictos que tuvieron con la Iglesia Católica. Muchos dicen que los masones son ateos. Finalmente, ¿Los masones creen en Dios?

Nosotros nos fundamos en la libertad de conciencia. La masonería se funda en la práctica de la libertad de conciencia, en la promoción de la libertad de conciencia dentro de la sociedad y en la defensa de la libertad de conciencia dentro de la sociedad. Por lo tanto, cada persona tiene derecho a adorar al dios que sea de su comprensión; o no tener divinidad. Es un tema personal exclusivo de la conciencia de cada individuo. Por lo tanto, nosotros respetamos todas las miradas religiosas y, también, a quienes no tienen miradas religiosas. Entonces, en nuestra institución a nadie se le pregunta de qué religión es. A nadie se le pregunta de qué partido político es. A nadie se le pregunta cuál es su filosofía. Lo único que a nosotros nos preocupa es que ningún aspecto de esas opciones constituya una opción dogmática que no se pueda entrar a revisar dentro de una comunidad, desde luego, diversa. Se necesita practicar la tolerancia y esto significa reconocer en el otro la libertad de vivir su opción tal como es. Pero, desde luego, no imponerla a los demás o no construir una apreciación de la verdad que sea definitiva, porque eso impide estudiar, analizar, comprender, desde distintas miradas fenómenos que ocurren dentro de sociedad humana. Para nosotros es muy importante, si es que uno de nuestros miembros tiene una mirada religiosa definida, respetarla. Pero, desde luego, no puede dentro del medio masónico ser un divulgador de esas visiones. Nosotros tenemos una práctica de la tolerancia muy estricta.

El Gran Arquitecto del Universo que conocen los masones ¿es el mismo concepto de Dios que conoce el resto de la sociedad?

Mire, nosotros tenemos un universo simbólico sobre el cual trabajamos. Los símbolos, para nosotros, son herramientas con las cuales construimos virtudes a partir de la reflexión que se haga en torno a ello. Y, desde luego, hay distintos símbolos que tocan distintos aspectos de la condición humana. Usted menciona al Gran Arquitecto del Universo, que es una comprensión simbólica que cada cual desarrolla. Y, en ese sentido, no podemos pensar que tenemos un modelo de dios que ofrecerle a nuestra membresía. Cada cual tiene su modelo. Habrá algunos que podrán ser cristianos, dentro de las distintas variables que tiene el cristianismo, donde el catolicismo es uno y todas las vertientes que hay de carácter protestante. Nosotros tenemos que respetar todas esas visiones y convivir dentro de un espacio fraternal. Por lo tanto, no podemos decir ‘ésta es la expresión de determinado símbolo’, porque eso excluiría todas las otras.

¿Cuál es el rol de la mujer en la masonería?

La Gran Logia de Chile está formada solamente por hombres. Pero existe la masonería femenina. Ahora, yo creo que es importante y ellas defienden mucho su deseo de hacer una masonería estrictamente femenina, por razones que tienen que ver también con la afirmación de género y los derechos de la mujer. Entonces, la masonería femenina tiene un desarrollo bastante interesante dentro de nuestro país. Tiene sus autoridades. Hay una autoridad equivalente a mí, que es la Gran Maestra, la querida hermana Adriana Aninat. También existe una masonería mixta. Por lo tanto las opciones están para quien quiera seguir distintos caminos. Para nosotros es fundamental que la mujer haya accedido al derecho a la iniciación y, en ese sentido, tenemos una opción preferencial de relaciones con la Gran Logia Femenina de Chile en términos de hacer acciones dentro de la sociedad. Pero cuando se nos plantea por qué no iniciamos mujeres nosotros, es porque el desarrollo de la igualdad en esos ámbitos sería un largo proceso, por las condiciones que tiene nuestro proceso de formación masónica, que es por grado. Entonces, si alguien considera que es fundamental iniciar mujeres dentro de la Gran Logia de Chile, yo les diría que con eso nos estamos contribuyendo a la igualdad. Como contribuimos a la igualdad es ayudando a fortalecer la masonería femenina. La historia dirá cómo evoluciona en el futuro la propia masonería.

¿Puede la masonería considerarse una hermandad?

Nuestro trato parte de que uno de los valores fundamentales proviene, precisamente, de una concepción de fraternidad institucional. Nosotros nos catalogamos de ‘hermanos’ como parte de una institución que promueve, precisamente, el principio de la fraternidad. Y, en ese sentido, también lo proyectamos hacia la sociedad. Permanentemente hacemos llamados, ante los problemas que ha enfrentado nuestro país, a vivir la fraternidad. A considerarnos hermanos porque, en el fondo, somos parte de las mismas virtuosidades y de las mismas tragedias del tiempo históricos, de los espacios, de los territorios. Entonces, considerarnos como una gran familia yo creo que sería tremendamente benéfico y evitaría tanto conflicto y tanta forma de descalificación y confrontación que marcan los tiempos actuales. Nosotros valoramos mucho al otro. Compartimos principios en la misma búsqueda de una sociedad mejor, de una humanidad mejor. Estamos hermanados en ese esfuerzo y por eso nos llamamos hermanos.

¿Cómo viven esa hermandad dos personas que en la vida pública están enfrentados? Políticamente, por ejemplo…

Ahí está el secreto masónico. Tiene que ver mucho con el método. La forma como se aborda en masonería su desarrollo logial. Hay método, hay procesos, hay docencia, hay prácticas que tienen que tienen que manifestarse en los procesos formativos.

¿Se puede entender como una disciplina?

Hay aspectos de disciplina considerados, pero por sobre todo, una construcción de convivencia, a partir de elementos alegóricos, simbólicos, doctrinarios y de principios.

¿Cuál es la preocupación fundamental que tienen hoy los masones frente a la vorágine social y política que atraviesa Chile?

Por esencia la nuestra es una institución secular que vive su siglo, vive su tiempo en condiciones en que hay análisis y búsqueda de respuestas frente a los grandes problemas que afectan a la sociedad. Y en este caso, por ejemplo, frente al estallido social, hicimos un profundo análisis a nivel nacional en nuestra institución que culminó en un documento que dimos a conocer, que está en nuestra página web. Uno de los diagnósticos es que había, efectivamente, un quiebre del contrato social, una pérdida de confianza o desprestigio de lo que había sido el acuerdo que permitió el retorno a la democracia en Chile y que había que buscar un nuevo contrato social y ello tiene que ser a partir de una nueva constitución política. Hacemos el diagnóstico a partir de una constatación de una realidad que se advirtió en los debates de nuestra membresía. También constatamos los niveles de desigualdad una vez más. Porque a través de distintos pronunciamientos, la masonería había venido señalando que había una situación de desigualdad importante del país. No solamente en nuestro período de gestión, sino también el anterior Gran Maestro. En ese sentido, nuestro convento dio cuenta de ello. Un alto nivel de desigualdad, diferencias importantes en la condición del trato, en fin. Posteriormente hemos trabajado a través de comisiones formadas por personas de distinta orientación y militancia política. Incluso, donde se han llegado a ciertos acuerdos sobre cómo debiéramos abordar una construcción de país más integradora, más justa. Ello está reflejado en un libro que se llama “La Masonería Propone a Chile”, que es un poco pensar qué va a pasar después de que Chile tenga una nueva constitución. Cómo vamos a abordar los problemas. Por lo tanto, somos parte de la sociedad. Somos parte del siglo en que vivimos. Somos parte de las comunidades. Así que la reflexión nace de una práctica concreta. No es un grupo de estudio que se reúne entre cuatro paredes, sino que está viviendo la realidad dentro de la sociedad. Tenemos opción clara por un sistema democrático, basado en la justicia social, en la igualdad, en la libertad y, ojalá, en la fraternidad. En ese sentido, compartimos muchas de las visiones, pero también las aspiraciones del pueblo chileno en el sentido de buscar una sociedad más justa, una sociedad con más respeto entre todos y una sociedad que sea más equitativa.

¿Cómo ve la crisis humanitaria que viven los migrantes venezolanos en el norte de Chile?

Nos preocupa mucho lo que está ocurriendo con la realidad de los migrantes. La masonería llegó en las maletas de los migrantes a este país. Y en esos años no era una migración ordenada, sino que también se manifestaba de hecho. Pero enfrentados a hechos concretos, hay que tener medidas concretas. Yo creo que estamos en un período que está iniciando situaciones migratorias que en un futuro pueden acentuarse. Lo vivió Europa en su momento y América Latina también va a sufrir situaciones de migración. El mismo cambio climático va a traer migraciones hacia el sur que no van a ser muy ordenadas, como uno piensa. Por lo tanto, hay que tener una política adecuada y un tratamiento adecuado. Ahora, claro. Hay mucha gente que espera poder retomar el turismo en Iquique y buscan garantizar esos espacios y toman una acción que no es la correcta. Lo que hay que buscar son soluciones que partan de las autoridades. Lo que hay que hacer es manejar adecuadamente un fenómeno. Pero los niños, los adolescentes no tienen la culpa de ello y las condiciones que producen la migración son absolutamente explicables.

¿Falta una política de Estado frente a la migración?

El Estado tiene que asumir su responsabilidad. Las autoridades tienen que asumir su responsabilidad. La clase política tiene que construir una política de Estado para ello. No puede ser una discusión estrictamente electoral pensando siempre en cómo me va a ir en la próxima elección. Tenemos que desarrollar políticas de Estado. La migración necesita una política de Estado. Siempre se han enfrentado las migraciones como política de Estado. En ese sentido, los distintos actores tienen que generar un cuerpo que permita manejar adecuadamente esto porque, independiente de que hoy sea una dificultad de este Gobierno, no significa que no vaya a ser una dificultad del próximo, ni del subsiguiente. Hay que quitarle pasión y quitarle aprovechamiento electoral y ponerse a pensar seriamente en cómo construimos una política de Estado. Nuestro rol, como institución ética, es precisamente aconsejar desde el punto de vista de los grandes valores humanistas que tienen que prevalecer en cualquier discusión. Si tenemos un problema migratorio, es un problema humano.

¿Estamos en Chile atravesando una crisis ética, moral y valórica?

La sociedad siempre entra en debates sobre cómo construimos moralmente el ambiente que permita las soluciones políticas. En ese sentido el valor de instituciones como la nuestra y otras, como las mismas iglesias, representan orientaciones para el buen abordaje de los basamentos morales con los cuales se construyen políticas. Cuando las sociedades entran en estos procesos de crisis hay mayor discusión de los aspectos valóricos en torno a los cuales se construye la solución. Yo no creo que estemos en una situación donde no haya aspectos morales que considerar. Por el contrario. Hoy día la condición moral es fundamental para estructurar las soluciones. En ese sentido yo creo que es bueno que haya un debate. Lo que necesitan las sociedades democráticas es, precisamente, debate sobre los temas fundamentales. Si hay nuevos paradigmas ¡qué bueno que los haya! En tanto apunten a la solución de los problemas. Pero si esos paradigmas son basados en la exclusión, en la violencia, en los dogmas, en el fanatismo, desde luego que van a ser paradigmas nefastos para buscar las soluciones. Esos paradigmas buscan otras soluciones que no son precisamente poner en valor la condición humana.

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